La realidad nos indica que
en nuestro país no existe equidad, o la carencia de ella, es demasiado grande.
Esa es la verdad. Las acciones inoportunas y abusivas de algunos funcionarios
lo confirman. Muchos de ellos se diluyen; se dedican a todos, menos a realizar acciones propias
del cargo que poseen o que le indica su investidura. Van más al Estado a
servirse que a servir.
¿Cómo es posible que sea
realidad el descomunal aumento salarial de los senadores y las senadoras de República
Dominicana, ante la tasa de desempleo y bajos sueldos, que exhibe nuestro país?.
¿Conoce usted a cuánto
asciende el salario mínimo actualmente?.
Para su sorpresa se
encontrará con varios tipos y cantidades, pero todos ínfimos. Son demasiado exiguos,
pero sólo para quienes hacen verdadera
patria: maestros-as, profesores-as; militares; profesionales de todas las áreas
y con múltiples competencias. Eso sí, se le exige buena; muy buena y optima
formación académica.
¿Y qué decir de la mísera
pensión que reciben quienes dieron toda
una vida al servicio laboral, versus, las pensiones exorbitantes de quienes
duran cuatro años en puestos gerenciales, en el sector público, y al final de
ese breve tiempo, reciben una pensión que le permite exhibir beneficios
millonarios?.
¡Esa medida es un bochorno a
la nación!. Bien dijo Talleyrand: ”la democracia no puede subsistir donde los
seres humanos, adquieren hábitos de los esclavos; que no pronuncian más
palabras que aquellas que no le acarrean peligro alguno”. El pueblo dominicano, no está dormido; está
cansado de ser abusado, de que se vulnere su ejercicio de ciudadanía.
Este aumento inicuo, ha sido
repudiado, pero fue operativizado contra todas y todos. Una vez más, el poder
nos venció.
Sólo nos queda exhortar a
nuestros funcionarios, recordar a Licurgo: “el pueblo no
obedece las leyes sino la obedecen los magistrados”. Decisiones inmoderadas
solo traen clamor y crujir de dientes.
En un país donde el primer
empleo es tan difícil para la juventud, a quienes piden “experiencia”; ¡qué
burla!. Por otro lado, trabajadores enfermos o no, pero que califican para
pensiones, demanda durante años, les sean concedidas y solo encuentran silencio.
No,
señores senadores, su aumento es más que improcedente. Es grosero;
desigual; inequitativo, para el trabajo que ustedes realizan!. Deberían hacer públicamente un mea culpa.
¡Quizás, la moda es igualar
su sueldo al de sus homólogos de los países de la región!. ¡Qué cultura
política nos gastamos!
Ese aumento no es oportuno,
cuando nuestros policías, profesores, personal de salud, vigilantes, obtienen
salarios tan bajos. No primó la prudencia ni de la saliente, al proponerlo, ni
de la entrante gestión del senado al aplicarlo.
Pero como gente buena, que
quiere aportar al desarrollo social; nuestras universidades siguen copadas de
estudiantes, ¡qué bueno!”. Pero saldrán a devengar como profesionales, salarios
de hambre. Mientras, nuestros legisladores se aumentan 70 mil pesos de un
golpe, que le lleva a sus cuentas cada mes, la descomunal suma de 320 mil pesos,
hasta
nuevo aviso. ¡Así no se hace patria!.
Esperamos que ese aumento
les haga más productivos. Si bien es cierto que
tenemos muchas leyes, hace falta muchas otras, y hacer las ya
existentes, operativas, no letras muertas. Así como, ser más responsable y hacer
más transparente las demás funciones sobres sus hombros.
Parece que el trabajo dejó
de ser un deber, un derecho y una funciòn social, como dice la Constitución Dominicana.
Ese aumento no es racional,
es arbitrario. Sus beneficiarios gozan además del enorme sueldo, de
exoneraciones, viáticos, cobertura de gastos múltiples, más dinero en efectivo;
asesores de imagen, armas…la lista de privilegios es larga. Al tiempo que esto
ocurre, las personas trabajadoras: las pobres del sector público, tienen ocho
años sin obtener un digno aumento. La diferencia salarial comparada con la de
estos señores y señoras legisladores es abismal.
El gran Seneca, nos enseñó que “el primer grado de la riqueza,
es tener lo preciso, el segundo, lo que basta. Pero como ya sabemos, algunas personas nunca
se sacian.
Mientras eso ocurre, un
médico devenga un salario de 32 mil pesos; un fiscal, 18 mil pesos, por solo
citar dos casos. El salario mínimo no llega a 15 mil pesos, al tiempo que, la
pensión de un trabajador pobre; parece que esa es la categoría ahora, asciende
a cinco mil 117 pesos, para una canasta familiar de bienes y servicios que
ronda los 28 mil pesos. Esto indica que, en este país, las y los profesionales,
mal comen. Como es bien sabido, “el mal comío no piensa”. ¡Será eso lo que
buscan!.
Y no conformes con tanto
drama; problemáticas y las necesidades que el pueblo dominicano soporta, muy
cansado ya, nuestros señores y nuestras señoras del senado, no quisieron
quedarse atrás y para darnos otra dosis de su poder, abrazaron a Mike Todd,
cuando dijo: “la vida es como la política, nosotros producimos nuestro propio
espectáculo”. Pero de esa forma, sin dudas, nunca conseguirán ovación.
Como dominicana de pura
cepa, espero que mi pueblo; el humilde, pacífico y admirable pueblo dominicano,
perdone esta nueva inequidad de nuestros legisladores. Abrazo la recomendación
de Pitágoras: “Consuélate en soportar injusticias: la verdadera desgracia
consiste en comértelas”. Y me acojo al Salmo 32:”Bienaventurados aquellos, cuyas
inequidades son perdonadas”. También, aspiro, que podamos perdonarla y en
colectividad transitar hacia la justicia social. ¡Que así sea!
La autora es Educadora,
periodista, abogada y locutora.
Reside en Santo Domingo.