POR LA REDACCIÓN
Pedernales.- La pesca, que durante años fue una fuente de
sustentación de cientos de familias de esta empobrecida provincia fronteriza,
se agota lenta y paulatinamente, mientras que el Plan de Desarrollo Turístico
de Pedernales, propuesto por el Gobierno para dinamizar la economía, generar
empleos y mejorar la calidad de vida de los lugareños, ha creado expectativas,
pero la población no sabe a ciencia cierta cuándo inicia y carece de
información sobre los proyectos.
Las actividades mineras en la
provincia, tema de controversia, inquietudes y malestar en la población,
provoca diversas y variadas opiniones entre familias cuyos ingresos y negocios
dependen básicamente de esta actividad, algunos porque son empleados y muchos
porque suplen de mercancías y alimentos a las empresas mineras, que también
hacen aportes a la comunidad, como parte de la política de responsabilidad
social corporativa.
La incursión ilegal de
pescadores haitianos en aguas territoriales próximas a las costas de
Pedernales, fuente permanente de conflictos entre pescadores dominicanos y del
vecino país, ha mermado la actividad pesquera, que todavía en este lugar es
artesanal.
Jacobo Silfa Acosta,
presidente de la Asociación de Pescadores “Agustín Muñoz” de aquí, comentó que
“muchos hombres que durante años se dedicaron a esta actividad han abandonado
esta faena y sus familias pasan hambre. Prefieren quedarse sentados en sus
casas y no arriesgarse a ser atacados por pescadores haitianos que vienen, de
manera irrespetuosa, a nuestras aguas territoriales a pescar. Eso no es de
ahora. Eso es viejo en Pedernales”.
Silfa, profesor de la
comunidad, asegura muchos de los 104 pescadores afiliados a la asociación
sienten frustración por el problema. Cuando salen de pesca temen por sus vidas.
Cuando salen a pescar, solos o acompañados, se mantienen más esquivos y
asustados que una guinea tuerta.
“En los años 70 íbamos a la
playa y sin mojarnos los pies, con una gangorra, un anzuelito y un makey de
carnada, pescábamos lo suficiente para comer en una casa”, subraya.
Pero la población ha ido
creciendo y la situación ha cambiado.
La zona costera del lado
haitiano está diezmada, no hay pesca, no hay nada, y esa situación los trae a
nuestras aguas territoriales.
Refiere que un pescador se
recupera de las heridas que recibió en aguas territoriales cuando pescadores
haitianos le dispararon con una escopeta.
Diez miembros de la Armada de
República Dominicana con asiento en Pedernales resultan insuficientes para
vigilar la amplia franja costera de esa zona fronteriza.
Otro problema grave es la
sequía en la región, que ha afectado la producción de leche y al ganado, dos
fuentes de vida para la gente de esta provincia, la segunda más pobre del país.
La agricultura ha sufrido
estragos por falta de agua para irrigar los predios. La escasez de agua en
hogares de la comunidad es inexplicable, ya que el acueducto fue inaugurado
hace dos años con una inversión de 143 millones de pesos.
Una escena pintoresca en esta
región es observar el ganado movilizarse a lo largo de la carretera, en el
trayecto Juancho-Oviedo-Pedernales. En el pueblo, las vacas más veteranas
caminan por las calles y frecuentan el entorno de las viviendas en busca de
alimentos y agua.
En serio o en broma, muchos
comunitarios entretienen a los visitantes relatando historias inverosímiles de
vacas veteranas que llegan por la parte de atrás de las viviendas y aprovechan
el descuido de las personas para destapar ollas y calderos donde preparan
alimentos, y otros animales más osados, aprovechan el ocio para observar
televisión. Otros, con sentido del humor, aseguran que “las vacas de Pedernales
no dan leche, sino pena”.
Pedernales, distante a 307
kilómetros de Santo Domingo, tiene una población de alrededor de 17,000
habitantes, la mayoría desempleados. La elección de un legislador o del alcalde
del municipio en períodos electorales puede depender de un núcleo familiar
numeroso. Las votaciones cerradas son memorables. Un congresista, que obtuvo
menos de 3,000 votos para alcanzar una banca en el Senado de la República, ganó
por diferencia de 14 votos.
La pobreza es palpable en el
sinuoso trayecto a esta provincia del Suroeste profundo. Entre Barahona y
Pedernales muchas familias sobreviven de la venta de pescado frito, víveres,
frutas, ensartas de tilapias y combustible en botellas de vidrio. El progreso
tiene muchos años estancado en el camino hacia esta región saturada de miseria
y necesidades.
Rutina del pueblo. Pedernales
uno de los pueblos de la región con un gran número de colmados, colmadones,
cafeterías y pequeños negocios, incluso tarantines que operan en las aceras.
También hay estaciones de combustible, gas licuado de petróleo, modestos
hoteles, farmacias, restaurantes y supermercados, Cada familia se las arregla
para sobrevivir como pueden, de manera digna, pues la caridad oficial no abunda
en este lugar los empleos de instituciones gubernamentales son insuficientes.
En distintos horarios, el
notable la escena de grupos de personas que se desplazan por la carretera para
acceder a un área donde la zona franca industrial de esta provincia deposita
desperdicios. En el lugar, distante a varios kilómetros del pueblo, la gente
recoge mercancía de segunda mano y la revende. Es una forma de sobrevivir.
La presencia de haitianos en el
pueblo es notable, mujeres en su mayoría. No parece molestar a ninguna persona.
Ellas recorren las calles, bajo el ardiente y sofocante calor. Ofertan
mercancías al mejor postor.
El mercado binacional, que
opera lunes y viernes de cada semana en el vulnerable punto fronterizo entre
República Dominicana y Haití, moviliza el pueblo. Mucha gente llega de otras
comunidades a comprar.
El regateo entre vendedores y
compradores es intenso, pero se entienden perfectamente y terminan poniéndose
de acuerdo.
Los fines de semana, niños
haitianos cruzan la frontera y practican deportes, principalmente baloncesto,
con grupos de niños dominicanos, en un intercambio amistoso, sin prejuicios,
discriminación ni barreras